Una de las preocupaciones de mi amiga Xiomara es la presión que ejerce su hija Gabriela, de 10 años, para que le autorice a ponerse un piercing en la nariz.Es cierto que estéticamente no habría por qué impugnar esta moda postmodernista, de hecho X reconoce que de haberse impuesto una década atrás, lo más probable es que ella misma, que hoy tiene 38, hubiera optado por llevarla, no así los de la lengua, barbilla, órganos sexuales o senos, sitios que, junto a otra larga lista, figuran entre los destinos más frecuentes de los piercing y que tienen otras implicaciones para la salud.
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